La crónica menor DE ESPALDAS


Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo


El lenguaje descalificador e insultante, declarar enemigo o excluir a todo el que piense o actúe de manera diferente a la de uno es el mejor camino para el desencuentro, la exclusión y el odio. Así no se construye, por ejemplo, una relación de pareja, un clima familiar de afecto, un entendimiento con las personas del entorno o vecindad, o la colaboración e intercambio necesarios en una sociedad cada día más compleja y plural.

Las relaciones con Colombia han estado marcadas en lo político por esta conducta. Cada quien es responsable de los problemas de su patio, pero también es cierto que si la casa del vecino tiene goteras puede afectar la mía. Hay que hablar, entenderse y buscar soluciones que favorezcan a ambos. El rompimiento de relaciones no soluciona nada. El problema de la guerrilla y su posible presencia en territorio venezolano sólo se aclara con diálogo y trasparencia, no con bravuconadas, ni amenazas de guerras ni descalificando al otro.

Otro ejemplo doméstico es la dificultad cada vez mayor de trabajar juntos por el bien de la gente. Los funcionarios públicos no califican por pertenecer a un partido o a otra tolda. Son servidores públicos, es decir, de todos. Si el Ejecutivo convoca, conversa y da recursos exclusivamente a los suyos y no tiene el mismo trato con diputados, gobernadores o alcaldes de otras tendencias, se genera un cortocircuito. Los afectados son los ciudadanos de a pie que merecen y tienen los mismos derechos de quienes viven bajo gobernantes del oficialismo.

El resultado de tal política es desintegradora. Se actúa con los sentimientos más que con la razón. Se paralizan todos los canales normales de interacción de la sociedad. Viviendo de espaldas a los problemas, a la gente no se ve la realidad ni se está en condiciones de darle la mano al prójimo. Sacar lecciones de los hechos que nos rodean es de sabios.

30/ 28-7-10 (1927)

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