La crónica menor ¡QUÉ DIFERENCIA!


Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo.

Este año 10 es fecha bicentenaria en varios países latinoamericanos. Coincidimos medio centenar de obispos en Bogotá para la reunión de coordinación del CELAM con la fiesta patria del 20 de julio. Llama la atención el despliegue popular de una fiesta que quiere acrecentar la identidad colombiana y darle protagonismo a todos los municipios que se hermanan en un compartir festivo que exalta lo propio, lo autóctono, lo cultural y lo religioso, con una mirada hacia el futuro: vivir en paz y desarrollar más y mejor al país.

Es una fiesta eminentemente civil y local. Se está consciente de la complejidad de los procesos históricos y de las muchas lecturas posibles sobre el devenir de nuestros pueblos. Lo único que construye, que abre horizontes y alienta la esperanza es ver hacia el futuro. El presente es el escenario para hacer realidad el sueño de la libertad, independencia, democracia y progreso. Sólo es posible en paz, en mancomunidad, con trabajo y constancia, dándole a la pluralidad de pensamientos, acciones y propuestas su puesto: lograr consensos, abrirnos a los otros sin distingos porque es, debe ser, más lo que nos une que lo que nos separa.

Una sencilla exposición pero muy sugestiva la ofrece el Banco de la República. Se titula palabras que nos cambian. Las consignas de hace dos siglos siguen siendo tareas de hoy. El lenguaje mueve corazones pero no siempre transforma la realidad. Un curioso diccionario de la época define revolución como el banquete en el que unos están sentados y otros de pie. Cuando estos últimos se cansan, sacan de su puesto a los otros y se ponen ellos. Algunas sillas y platos corren por el suelo, pero todo sigue igual…La ironía del autor sigue teniendo hoy la misma fuerza.

En las calles, niños y adultos, jóvenes y ancianos pasean, caminan y observan tanto los conciertos populares como la multiplicidad de objetos y signos de sentirse colombiano por encima de todo. El año 10 no fue ni revolución ni nación. Fue el inicio de una autonomía, de un comenzar a ser dueño del propio destino. La desigualdad trajo consigo las guerras y la desolación. La república ha ido surgiendo en un andar y desandar los caminos de libertad, igualdad y fraternidad.

Siento cierta nostalgia por no decir envidia al observar el sentido positivo y festivo del bicentenario colombiano. Es un empuje y una mirada hacia delante. Qué contraste con la celebración de nuestro 19 de abril, convertido en desfile militar, en soberbia antiimperialista, en exclusión. De ello solo queda el cansancio, el dolor y el desánimo. Tomemos ejemplo de nuestros hermanos que celebran de una manera más fraterna y amable la realidad bicentenaria. En la paz, la solidaridad, el perdón está el futuro. El odio, la descalificación y el insulto no deja sino enemistad y heridas. ¡Qué diferencia!

32.- 20-7-10 (2870)

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