Adolfo Pacheco Montilla/“No me canso de servir con gusto a la casa de Dios”

*Numa R. González Ochoa/Gráficas Alirio Altuve Contreras CRGV 1.054/

Adolfo Pacheco y Pbro. Oscar Olivares/

Adolfo Pacheco Montilla, nació el 27 de septiembre de 1937 en Loma de San Miguel. Hijo de Asunción y Juan Pacheco quienes llegaron con su grupo familiar al caserío “La Cachicamera” de la parroquia Ayacucho, Boconó, en el año 1940. Vivieron en las casas propiedad de los señores Belisario Betancourt y Gerardo Madrid. Luego se mudaron al sector “La Cañada” a la casa de la señora Francisca Pacheco.

Un día de 1975, Pacheco llegó con su esposa Tomasa Mejía y sus hijos Adolfo, Ramiro y Carlos Andrés a Batatal. Ocuparon la casa abandonada de Doña Eudosia, una señora que se fue a Palo Alzao por los años 40. En esa casa nacieron sus otros hijos: Ramona, Gilber, Antonio y Carmen. Allí siguen viviendo con su grupo familiar.

¿Quién en Batatal no conoce al señor Pacheco?... Un hombre humilde, colaborador, callado, solidario, respetuoso, católico, aseador de la iglesia, campanero, monaguillo y sacristán. Se ha desempeñado, además, como agricultor, carpintero, trillador de café y zapatero remendón. Todos sus conocimientos los ha adquirido como se dice popularmente, en la universidad de la vida, pues no tuvo la oportunidad, de ir a la escuela.


Adolfo Pacheco, guardian de la Iglesia de Batatal

Hombre pendiente de las tradiciones y de las fiestas patrias para enarbolar la Bandera Nacional, las bambalinas, en las fiestas patronales y los adornos navideños, frente a su casa por la calle San Isidro. Devoto especial de este santo. Por él existe una imagen que recorre en peregrinación toda la parroquia Ayacucho, visitando todos los hogares.

Paga promesas en su casa a San Benito de Palermo con rosarios cantados y el baile de la media botella. En su humilde casa recibe todos los años a los “Pastores de San Miguel”, en la noche del 8 de enero, cuando visitan los pesebres en Batatal.

Estos pastores vienen de San Miguel vía Corito-El Sayal-Río Negro hasta Batatal con sus caretas y vestidos multicolor. Rezan y cantan los rosarios en adoración al recién nacido Niño Jesús.
Pacheco inició su atención a la casa de Dios, en tiempos del padre Guillermo Martínez. Desde entonces ha sido un hombre preocupado por la luz del Santísimo, el aseo de la iglesia y el celo extremo por la iglesia. En las tardes de sol se le ve, muchas veces sentado a la puerta, recostada la silla de cuero a la pared y en los días de invierno con su chaqueta y sombrero, de pie a la entrada como un fiel guardián del templo.

La labor del cuido de la iglesia la compartió en un tiempo con la función de barrendero de las calles del pueblo y limpieza de la plaza, percibiendo un sueldo miserable y muchas veces engañado en sus pagos. Gracias a Dios, hoy día disfruta de una pensión de vejez del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales.

No le falta su buen reloj. Y, con precisión inglesa, repica las campanas a las seis de la mañana y de la tarde. Hay anécdotas que hablan de repiques de campana a la media noche porque uno de sus hijos le colocó el reloj de mesa al revés. Esto alarmó a la comunidad que se despertó y comenzó a preguntarse ¿Qué estaría ocurriendo?

En muchas oportunidades en la iglesia toma el micrófono y se dirige a la asamblea con alguna observación de carácter legítimo, apropiada que llega hasta los feligreses. A pesar de que no tuvo la oportunidad de aprender ni la “O” por lo redondo como se dice por acá.
En la sala de su casa muestra con orgullo las distintas fotografías que se ha tomado con cada uno de los sacerdotes que a lo largo de los años han ejercido la administración de la parroquia eclesiástica de San Isidro Labrador. Entre ellas las fotografías con el padre Miguel Guijarro, Fabricio Tobón, Rafael Torres, Julio Cesar León Valero, Luis Vásquez, Gerardo Moreno, Miguel Ángel Rosales y con el párroco actual Oscar Olivares Pino.

Un día de septiembre de 2010 comentó que él estaba muy agradecido de Dios y Santa Eduvigis, por cuanto les pidió una casa donde vivir. “Y, allí está esa casa donde vivo con mi familia. Por eso Santa Eduvigis, se ganó bien ganada la promesa que le hice. También mis hijos han dejado de beber aguardiente y todo el pueblo es testigo de su buen comportamiento. Todo, gracias a Dios y a mis ruegos de cada día. No me canso de servir con gusto a la casa de Dios, amén”.

Desde Batatal, el pueblo andino que desborda cariño un mensaje de Pacheco, el monaguillo y sacristán hasta que Dios lo quiera, así sea. Luego de un viaje a Trujillo señaló que era necesario un mirador turístico con la imagen de San José al estilo de la virgen de la Paz en el Cerro de los Gudiños.
Batatal, 6 de octubre de 2010

*Ingeniero Agrónomo

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