Cuba, La Habana. Imagen de Mike Fleming |
Por Alexis José Urbina Pimentel
Hace unos años tuve la oportunidad de visitar la Isla de Cuba, un viaje que hice sin ninguna ligadura gubernamental, -con esto quiero decir sin ningún aporte del gobierno-, esto me permitió tener una percepción como es la vida en un sistema socialista. Tengo que hacer la salvedad que en el año 2000, el socialismo en Venezuela era un boom político, puesto que, Hugo Chávez, lograba aglutinar una gran cantidad de seguidores, los cuales, asentían y aplaudían cualquier tipo de política implementada por el líder de la revolución.
Ahora bien, mi viaje a Cuba, me permitió observar prima facie, un sistema político, con gran influencia en el aspecto ideológico, -aunque no estaba descubriendo el agua tibia-. En las calles habaneras, pude ver por primera vez las caras de las personas, que transitaban con la dejadez propia de quienes viven por cincuenta años un régimen de este tipo. Puedo recordar que algunos cubanos –de los pocos que se atrevían a conversar sin tapujos-, señalaban casi con lágrimas en los ojos que ellos ganaban para la época veinte dólares, de los cuales, el gobierno les descontaba quince dólares, por lo cual, les quedaban cinco dólares. Sin embargo, el gobierno cubano, por el monto de los quince dólares, le retribuía en pago al “ciudadano cubano”, haciéndoles llegar el suplemento alimenticio mediante un sistema denominado la “libreta de alimentación”, además de los bienes y servicios.
Sobre la “libreta cubana”, es que quiero detenerme, puesto que, esto viene a ser mi primer conocimiento sobre este sistema de alimentación, en el cual, el Estado de un determinado país, asume la alimentación de los conciudadanos. No obstante, hasta ahí está todo bien, porque los testimonios de los cubanos que puedo recordar, me dieron a entender que la “libreta de alimentación” no es más que un mecanismo de control social, que tiene un gobierno para moldear la conductas de las personas –el gobierno les provee las “cajas” y la gente robóticamente las recibe-, sin darse cuenta que cada vez que esto sucede, se les está cercenando más su derecho a la libre elección de los productos que desea consumir.
Recuerdo que uno de los cubanos, que me habló más claramente, fue un joven trabajador de la Universidad de la Habana, quien además de hablarme sobre las penurias que sufría el pueblo cubano, me invitó a visitar el parque Francisco de Céspedes, diciéndome que me iba a llevar una sorpresa. Pues lo sucedido, no fue para más, puesto que, en el mencionado parque, pude observar a más de cuarenta ancianos, unos dementes, otros sin un brazo, otros sin una pierna, la mayoría mutilados, lo peor de todo es que muchos son considerados por el gobierno de la isla, como héroes de guerra, -fueron los que ese régimen envió a la guerra de Angola-.
Volviendo al tema de la “libreta de alimentación”, puedo indicar que lo peor que tiene este tipo de sistema para proveer alimentos, es que minimiza al ser humano, lo hace esclavo de un gobierno que finge ser benévolo y dadivoso, –un lobo disfrazado de filántropo-. En conclusión, años después de esa amarga experiencia, puedo ver en mi querida Venezuela como la “caja de alimentación”, se ha convertido en un mecanismo de control de los ciudadanos. Hoy día los venezolanos, hemos visto atónitos como se nos ha destruido el salario, en la búsqueda de hacernos dependientes de “cajas alimenticias”, de “bonos” – dados al azar- completamente fuera de toda lógica social. Esto trae como consecuencia, que el venezolano que se ha preparado académicamente, para desarrollar su profesión se vea minimizado.
Tengo que hacer la salvedad que mi viaje a la isla caribeña, fue por motivos estrictamente académicos, -un curso sobre dirección educativa en La Universidad de La Habana-; el cual, me permitió ver de cerca la realidad de los ciudadanos cubanos. Igualmente, pude observar la pobreza de alma y de espíritu a que han sido llevados los cubanos, y peor aún ver como se les cercenó la esperanza de ser libres. Por mi parte doy gracias a Dios, porque la mayoría de los venezolanos no nos comimos el cuento del “mar de la felicidad”, del cual, se nos hablaba a principios de siglo.
Alexis José Urbina Pimentel
alexisven04@hotmail.com
Alexis José Urbina Pimentel
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