¿Hacia dónde va el sistema internacional?


Cuando estamos iniciando la tercera década del siglo XXI, cuyo acontecimiento marcador desde la perspectiva histórica va a ser la pandemia de la COVID-19 sin duda alguna, los analistas y quienes nos interesamos por la evolución del sistema político internacional nos preguntamos, con cierto grado de incertidumbre, cómo va a ser la configuración de las relaciones políticas, económicas y socio-culturales en los próximos años, entre los casi doscientos Estados que conforman el sistema de naciones a nivel global.

Hace ya 75 años que finalizó formalmente la Segunda Guerra Mundial -en septiembre de 1945 con la rendición incondicional de la última gran potencia del Eje, como era Japón- y el sistema mundial de naciones ha evolucionado desde un esquema bipolar dominado por dos grandes super potencias: Estados Unidos de América y la ya desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS); pasando por un breve período de cuasi hegemonía estadounidense cuando colapso la URSS a finales de la década de los años 80 del siglo pasado; y el posterior ascenso de una tercera gran potencia en disputa por la supremacía mundial, como es el caso de la República Popular China, mejor conocida como la China roja o comunista.

En ese juego de grandes poderes ha participado también, en forma quizás más tímida o limitada, la Unión Europea bajo el liderazgo tripartito del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, Alemania y Francia; participación que podría seguir perdiendo peso con la concreción del denominado proceso “Brexit”, o salida británica de esa comunidad de naciones.

Generalmente, cuando nos enfrentamos a un cambio profundo o radical en el sistema internacional, las disputas entre las potencias establecidas y las nuevas o emergentes, han terminado por desencadenar un gran conflicto o guerra general. El siglo XX fue escenario de dos grandes conflagraciones, cuando Alemania y, posteriormente Japón, intentaron desplazar al antiguo “eje atlántico”, conformado por Estados Unidos y Europa Occidental, en esa lucha por el dominio mundial.

La interrogante que se plantea es sí el ascenso indetenible de China terminará por generar una nueva “gran guerra”, en la que las antiguas potencias –principalmente americanos y europeos- intentarán evitar que Pekín termine convirtiéndose en el nuevo poder capaz de controlar la economía mundial e influenciar o desestabilizar la “paz interna” de aquellos que se sienten amenazados. Y no hay que olvidar a Rusia que si bien no es gran poder económico, sigue manteniendo un estatus militar de primera categoría.

En cualquier caso la amenaza parece venir del Este, bien sea de Pekín o Moscú; y el mundo occidental parece no estar asimilando a la velocidad requerida estos cambios que terminarán consolidando un nuevo juego de poder entre los grandes centros de poder mundial.

*Internacionalista, jubilado petrolero y ex profesor UCV

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