El asalto de la (extrema) derecha en los Estados Unidos


Jorge Fanartzogloo*

Los acontecimientos ocurridos el pasado 06 de enero de 2021 en la capital federal estadounidense de Washington D.C., cuando una turba de seguidores del entonces presidente de ese país, Donald Trump, asaltó el emblemático edificio del Congreso Nacional, no tienen precedentes en la historia de las principales democracias occidentales, por lo menos en las últimas nueve décadas. 

Si bien algunos analistas internacionales, historiadores, politólogos y políticos de oficio han intentado comparar este hecho con el incendio del Reichstag o Parlamento alemán, sucedido en 1933 a manos de supuestos comunistas, pero que, según fuentes bien documentadas, en realidad fue obra de seguidores del recién nombrado Canciller teutón, Adolf Hitler, la democracia alemana de ese entonces era todavía un simple experimento post bélico que nunca logró consolidarse. En cambio, la democracia americana cuenta con más de 230 años de historia, siendo considerada la más longeva y una de las más sólidas a escala global.

¿Qué explica entonces que un grupo relativamente poco numeroso y fácil de controlar pudiera traspasar los cordones de seguridad desplegados para evitar este tipo de hecho tan bochornoso para la supuesta principal democracia del mundo? ¿Hubo planificación previa, cooperación o, en todo caso, actuación negligente por parte de algunos cuerpos de seguridad del Estado? Estas interrogantes siguen sin resolverse y quizás pase mucho tiempo para que se logren dilucidar de manera satisfactoria.

Pero más allá del hecho en sí, el cual ha pretendido ser banalizado por algunos como una bravuconada más de quien ha sido catalogado por círculos de especialistas en actuación presidencial como el peor y, para ser un poco menos severo, el más irresponsable entre los primeros mandatarios en la historia republicana de esa nación, lo que parece subyacer en esta tragicomedia es el hecho que la sociedad estadounidense ha sido hasta ahora incapaz de cerrar heridas y profundas diferencias sociales que, tarde o temprano, podrían terminar colapsando o destruyendo las bases de un sistema social, económico y político aparentemente bien engranado y funcional.

Nos toca seguir de cerca la actuación de estos grupos de seguidores de Trump, vistos por muchos como una expresión de la derecha más radical caracterizada por la xenofobia, el racismo, el aislacionismo internacional y el desprecio hacia algunas instituciones o principios democráticos, como la división y el equilibrio de poderes. En todo caso, Donald Trump y sus seguidores no deben ser vistos como un fenómeno pasajero o dependiente de un solo sujeto, sino como la expresión de una parte significativa de la sociedad estadounidense que considera que su país sólo podrá seguir siendo la principal potencia mundial si vuelve a sus raíces anglosajonas originarias, eliminando o controlando férreamente la influencia de esa “diversidad insoportable” de grupos étnicos, políticos, sociales y religiosos.


*Internacionalista, jubilado petrolero y ex profesor UCV

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