ALEJANDRO IZAGUIRRE

Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo

La feliz designación del Senador Izaguirre como responsable por parte del Gobierno nacional de la organización del viaje del Papa Juan Pablo II a Venezuela, junto con el General Simón Tagliaferro por parte de las Fuerzas Armadas y el Ministro Juan Pedro Del Moral, permitió que se superaran todos los escollos y se lograra el éxito de la fructífera presencia del Papa amigo que dejó una estela de bien e impulsó uno de los proyectos pastorales mejor hilvanados de la Iglesia venezolana: la misión nacional.

Hombre trabajador, eficiente y decidido, mañaneaba para leer los periódicos mientras saboreaba un cafecito acompañado del infaltable cigarrillo. Antes del amanecer, en su casa de Prados del Este, hacíamos agenda de los asuntos que él debía resolver. Y a cualquier llamada de mi parte, respondía presto con la solución adecuada.

Aprendí mucho de su experiencia como hombre público, cuidaba que no se tomara ninguna determinación que dejara mal parada a la Iglesia. Gestionaba los recursos necesarios y su prestigio y autoridad moral era tal, que era atendido inmediatamente por cualquier instancia de gobierno. Todos reconocían su personalidad íntegra, su condición de católico y su sencillez. A diferencia de otros que buscaban aparecer y figurar, lo de él era cumplir con su deber sin buscar halagos ni reconocimientos. Fue un servidor a carta cabal.

Al conocerse su muerte, el 11 de enero, los obispos estábamos reunidos en asamblea episcopal. Se hizo memoria agradecida de su vida porque fueron muchas las anécdotas de su bonhomía, atención y testimonio callado de su rectitud moral. Fui comisionado para trasladarme hasta Valencia a presidir la misa exequial en la Funeraria Santa Rosa, junto a su querida esposa Haydée, sus hijos, nietos y amigos, sin distingos políticos ni de otra índole.

Paz a sus restos y una oración agradecida porque si en alguna profesión pululan las tentaciones para desviarse del camino correcto, es la de político. En esto, hizo gala de su formación humana y cristiana. Es la mejor herencia cívica que nos lega a todos los venezolanos.

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