A pesar de ser un asunto que ha acompañado a todos los movimientos migratorios de masas a lo largo de la historia, la xenofobia -entendida como el rechazo de la población local a los extranjeros por considerarlos extraños o ajenos a su propia idiosincrasia-, la ola emigratoria venezolana de los últimos cuatro años estuvo acompañada, en principio, por cierta simpatía y buena acogida por parte de los países receptores, sobre todo los más cercanos como es el caso de Colombia, Ecuador, Perú y Chile.
Sin embargo, a medida que el proceso iba avanzando las actitudes iniciales receptivas fueron variando, sin que se convirtieran, en ningún momento, en un abierto rechazo a la entrada masiva de estos contingentes de venezolanos que se desplazaban en la búsqueda de mejores oportunidades de vida, dada la crítica situación en su país de origen, principalmente desde el punto de vista socio económico.
Asimismo, se pensaba que la salida al drama venezolano estaba muy cerca. E, incluso, a principios del año 2019 estas expectativas aumentaron ostensiblemente cuando se instauró, aunque con una efectividad muy baja, el gobierno interino respaldado por la Asamblea Nacional controlada por la oposición y encabezada por el parlamentario de Voluntad Popular, Juan Guaidó. Sin embargo, una vez que las expectativas generadas no fueron cubiertas, no sólo por ese gobierno interino sino también por los principales gobiernos aliados de la oposición criolla, el asunto migratorio venezolano fue tomando matices diferentes, llegando a convertirse en tema de agenda de las campañas electorales de los países receptores señalados.
Y es que para entender y abordar este asunto de una manera seria e integral, se debería analizar cada caso en particular porque en el mismo confluye una variedad de factores que van más allá de casos aislados o circunstanciales que se puedan presentar en un determinado momento, como ha sucedido con la supuesta actuación de grupos delincuenciales integrados por venezolanos que han afectado principalmente a países como Perú, sobre todo su capital Lima, y que han tenido una mucho menor incidencia en otras naciones como Ecuador y Colombia.
Hay que tomar en cuenta que la presencia de extranjeros en un determinado país tiende a generar o agravar ciertos desequilibrios sociales existentes, puesto que un buen porcentaje es mano de obra poco capacitada o especializada, y tiende a engrosar los cordones de marginalidad y pobreza en la sociedad que los recibe. Con los migrantes venezolanos se ha dado, incluso, una subvaloración de sus niveles de capacitación, puesto que de primera fuente hemos conocido como muchos de nuestros jóvenes han tenido que aceptar trabajos de muy bajo nivel para poder sobrevivir.
Aquí volvemos a insistir que este mismo fenómeno se ha dado, por ejemplo, cuando los europeos provenientes del Este de ese continente buscan empleo por primera vez en las naciones europeas occidentales, más desarrolladas y avanzadas desde las perspectivas económica y tecnológica.
Soy optimista y creo que esta situación que ahora enfrentan nuestros compatriotas debe tener un desenlace satisfactorio. Para ello es necesario que todos los actores involucrados, principalmente el gobierno de Venezuela encabezado por Nicolás Maduro y sus contrapartes de Colombia, Ecuador, Perú y Chile, busquen una solución adecuada para estos inmigrantes nativos de la Patria de Bolívar. Que si bien resulta difícil lograr la despolitización del tema, se hace necesario pensar primero en estos hombres, mujeres, jóvenes y niños, y en muchos casos en familias enteras, que no escogieron marcharse de su país por capricho o por afán de hacer turismo o actividades similares. Todo lo contrario: intentan encontrar y poder construir un futuro mejor para sí y para los suyos, en vista de que en su país las actuales circunstancias no se lo permiten.
Los países receptores deben recordar también que estos venezolanos están allá para sumar sus voluntades y contribuir con el progreso de quienes los reciben. Sería descabellado aceptar o pensar en otro tipo de objetivos por quienes anhelan vivir mejor y en paz.
Ya Venezuela ha mostrado a lo largo de su historia como recibe a los extranjeros, muchos de los cuales han provenido precisamente de estas naciones vecinas, quienes encontraron aquí una tierra para trabajar, formar y educar una familia, sin que fuesen objeto de discriminación alguna.
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