DISPOSITIVOS ELECTRÓNICOS Y ASILOS VIRTUALES


Luis Javier Hernández Carmona*

La tecnología nos está enseñando a ser humanos de nuevo.

 Simon Mainwaring

Sin intención de juzgar o demonizar el uso de los dispositivos electrónicos en las redes sociales, quisiera tratar en esta oportunidad el tema de los asilos virtuales como configuración de escenarios enunciativos que permiten crear realidades paralelas a la cotidianidad de los seres humanos. Muchas veces referida en cuanto incomunicación con respecto a la presencia física del otro en un espacio inmediato, e indudablemente, asumida a manera de contradicción dentro de un mundo sustentado por la vertiginosidad comunicacional, en el cual la inmediatez es elemento determinante para el intercambio de información.

Lo cierto es que el uso de los dispositivos electrónicos dentro de la cotidianidad, ha creado importantes e indiscutibles relaciones de significación entre enunciante y objeto, bajo la transferencia de profundas cargas afectivas. Por este motivo, en esta reflexión voy a referirme específicamente al teléfono móvil o celular, por ser el ejemplo más fehaciente de lo que deseo plasmar alrededor de las afinidades establecidas más allá de la necesidad y posibilidad de comunicarse, pues este dispositivo forma parte de la vida de las personas desde la más profunda dependencia, al formar parte no solo de las posibilidades de comunicarse e interactuar, sino de recluirse en espacios profundamente placenteros.

De allí el uso de la denominación de asilo virtual para interpretar desde la ontosemiótica, un objeto convertido en prolongación del sujeto que desborda la simple interrelación física de uso y manipulación, al crear una relación de mutualidad para reconocerse en ese otro, habitando un espacio enunciativo que adquiere configuraciones de sitio de resguardo e intersubjetividad. En este sentido, mediante la interacción virtual van construyéndose mundos significantes de singular valor e importancia al momento de hacer interpretaciones sobre los tiempos actuales y su diversificación en la pandemia producida por el COVID-19, al proponer frente al distanciamiento físico, las cercanías virtuales.

Al respecto, el manejo de la denominación asilo virtual en ningún momento está orientada para seguir insistiendo en un aislamiento del enunciante a partir de su incursión en realidades paralelas a la cotidiana a través de dispositivos electrónicos, sino más bien, para determinar un lugar en el cual son construidas zonas de resguardo para intentar encontrar lo que se desea, en todo caso, zonas de confort para el reconocimiento del sí mismo y el otro en medio de una complementariedad intersubjetiva. Porque estos asilos virtuales no surgen precisamente con la aparición de los dispositivos electrónicos, ya existían en la práctica de poder abstraerse de un espacio mediante un mecanismo de conversión como la lectura, la meditación, el cine, la televisión. Pero indudablemente la combinatoria entre la facilidad de comunicación y la congruencia de lo íntimo-personal con el objeto para transmitir los mensajes, hacen del teléfono móvil, el escenario ideal para asilarse en una ‘realidad’, desde donde es posible reeditarse simbólicamente, redefinirse en cuanto proyección hacia un objeto del deseo.

En función de lo anterior es preciso referir un primer momento de singular importancia para el proceso de construcción del asilo virtual, representado por la legación sensible del enunciante hacia el objeto a partir de un traslado icónico de una serie de recursos para su reconocimiento en la domesticidad por siempre habitada. Esto es, transfiere elementos de su espacio íntimo para crear una prolongación de éste en el espacio virtual, mostrar elementos identitarios que le permitan reconocerse y ser reconocido en la acción comunicativa a emprender consigo mismo y el otro. De esta manera ‘personaliza’ el objeto mediante la carga emotiva representada por los diversos mecanismos subjetivantes que fundan las particularidades desde las cuales va a enunciar, desde el tradicional avatar, fondos de pantalla, hasta la singularización de tonos para identificar las diferentes personas a comunicarse a través del dispositivo móvil.

Esta singularización del objeto destaca en todo sentido la intención del enunciante de crear un espacio íntimo dentro de un conglomerado cada vez más universal que se presta a diferentes prácticas para el acceso a la información, desde el simple fisgonear, hasta la búsqueda e intercambio académico para diferentes áreas del conocimiento. Por cierto, con respecto al fisgonear, éste ya no ocurre tras una cortina o ventana bajo el riesgo de ser descubierto, sino a través de los amplios espacios ofrecidos por los dispositivos electrónicos y sus zonas de confort, una práctica muy cercana al reality show y su afán de mostrar a los participantes en su domesticidad, hacerlos más cercanos al espectador con respecto a los recursos de construcción de la realidad proyectada, sin artilugios de corte ficcional.

Personalizado el objeto, sigue su establecimiento a modo de escenario de la enunciación que ha configurado un complejo sistema de codificación soportado por diversas variantes gráficas para hacer más explícito el mensaje, aun en su brevedad, al darle con los emoticones, gifs animados, stickers, un carácter mucho más dinámico a las exigencias del entorno comunicacional y los propósitos de los enunciantes. Un entorno en el cual la imagen juega un papel determinante a la hora de seducir con el mensaje, al momento de construir el perfil a representar al enunciante y orientar al otro en función de sus perspectivas e intereses. Al mismo tiempo representa la oportunidad de presentarse ante una comunidad virtual a partir de una minuciosa selección de la referencialidad de los mensajes direccionados de forma precisa a determinados aspectos que logran posicionar al enunciante dentro de esa realidad virtual.

Bajo esta selectividad de los referentes a ilustrar en la realidad virtual, el enunciante tiene la oportunidad de romper con la continuidad de la realidad sociohistórica para extraer de ella los aspectos de mayor incidencia afectivo-subjetiva y mostrarlos en sus redes sociales. Tienen la oportunidad de congelar en una fotografía, por ejemplo, momentos de profunda significación, ahora, con la alternativa inmediata de repetir las poses hasta que alcancen “el punto exacto”. Proceso muy recurrente en estos momentos de intervención de imágenes, destacando la novedad del deep nostalgia la aplicación lanzada por el sitio web MyHeritage, mediante la cual, las fotografías adquieren movimiento, destacándose lo humano como la gran alegoría de la virtualidad. Aunque también, ante el impacto y la novedad de la aplicación, surge la reticencia de quienes aluden la cercanía de los rostros animados con los movimientos de un zombie.

De allí que el especial énfasis en las relaciones intersubjetivas entre sujeto y dispositivo electrónico, es para significar  la aparición del sujeto virtual que se va a reapropiar del mundo, lo va a reinventar a partir de su vínculo con la tecnología y la intención de manifestarse con mayor libertad de la permitida por la realidad sociohistórica, que indudablemente representa un desdoblamiento del espíritu humano en espacios de profunda representación afectivo-subjetiva para lograr un posicionamiento ‘más real’ en escenarios alternativos de la significación. Instrumentándose de esta manera una poderosa herramienta de conocimiento al alcance de comunidades y sistemas sociales, mediante un concepto de la representación fundamentado específicamente en el enunciante y su pensamiento alegorizado.

Con respecto a este planteamiento es menester subrayar que nunca lo virtual está reñido con la realidad o representa una oposición a ésta; todo lo contrario, realidad y virtualidad complementan el mundo conocido y el intuido, conformando la llamada hipertextualidad o establecimiento de estructuras significantes más allá del texto; elemento estrechamente ligado a la interpretación y sus derivaciones argumentales en cuanto enriquecimiento de la significación. Por lo que el denominado asilo virtual será un lugar de realización de un sujeto que concurre a él para definirse sujeto en un universo imaginable o espacio y tiempo donde las posibilidades son más ciertas que en la denominada realidad real. Este asilo virtual ofrece las oportunidades de plantear la diversidad a modo de fusión entre sensibilidad y tecnología, en circunstancias estructuradas por una gran capacidad de asimilación de información en volúmenes ilimitados y en tiempos de acceso impresionantemente veloces.

Lo cierto es que entre lo humano y la virtualidad existe un vínculo indisoluble justificado por la necesidad de representar lo enunciado para lograr una mayor comprensión por parte de los interlocutores. Además que el lenguaje en su más esencial naturaleza, apunta hacia la virtualidad como eje icónico para ilustrar la referencialidad, logrando en estos momentos dimensiones meteóricas de expansión, bajo la combinatoria de medios convencionales con escenarios tan cercanos, íntimos y flexibles derivados de las tecnologías. Por ello en la práctica enunciativa utilizando dispositivos electrónicos existe un aspecto de vital importancia representado por la ‘migración’ del sujeto a un espacio enunciativo alternativo y su consiguiente transfiguración en sujeto virtual, bajo la construcción de renovadas relaciones de significación y construcción de lógicas de sentido. 

Entonces no se trata de un simple ingreso a las redes sociales, es habitar un espacio de la comodidad y el placer donde es posible resarcir transitoriamente muchas situaciones de la vida diaria, encontrar la complementariedad y establecer espacios de resguardo mediante la conformación de consanguineidades ‘en línea’,  los afectos surgidos de la espontaneidad y coincidencia en algún momento virtual o de encuentro presencial que paulatinamente es trasladado a los escenarios simbólicos de los asilos virtuales. Creo que una de las expresiones que mejor los definen es la utilizada por la reconocida periodista Mari Montes, en Twitter, al referirlo como “la amable pajarera”, una hermosa expresión para significar un espacio de singulares alternativas de significación y comunicación. 

De esta forma los asilos virtuales nunca deben ser pensados en función de un ostracismo improductivo, o el imperio de la tecnología para idiotizar, tal y como usualmente es argumentado a través de diferentes medios, apoyándose en una supuesta frase atribuida a Albert Einstein, pues, según sus biógrafos, no existen argumentos probatorios que sea de su autoría. Lo que sí atribuyen al científico alemán es haber advertido sobre el uso tecnológico con mucho tino y en función del espíritu humano, el cual debe prevalecer sobre la aplicación del conocimiento científico. Aunque nunca podremos negar el carácter de arma de doble filo de la ciencia; más aún, cuando es aplicada desde los discursos del poder, tal es el caso de su uso belicista. De esta forma, estará distendida entre dos extremos profundamente contradictorios: el de los beneficios y el de la destrucción.

Lo cierto es que entre más agreste y estrecha la realidad, mayor amplitud ganará el asilo virtual a manera de zona de resguardo para fundar una domesticidad placentera, de realización, muchas veces amenazada por el displacer o la incomodidad ante la intromisión de un extraño, aunque éste sea un docente, intentando cumplir con un complicado y confuso proceso pedagógico impuesto por la pandemia del Covid-19, y con él, la terrible confusión sobre una real y verdadera educación a distancia. En el caso específico de los teléfonos móviles y la interacción docente-alumno, los perfiles afectivo-subjetivos son suplantados por la imposición de ‘tareas’ sobre contenidos programáticos, enmarcadas en su gran mayoría en un perfil fundamentalmente evaluativo, de simplemente responder, quizá, cortar y pegar; pero escasamente, interactuar bajo una real y verdadera formación académica.

Entonces no se trata de demonizar los dispositivos electrónicos, qué hubiésemos hecho sin ellos en estos tiempos de pandemia y migración, donde el distanciamiento físico es mitigado por las posibilidades de las cercanías virtuales, allí donde podemos volver a reunirnos a cada momento y paliar las ausencias. No podemos seguir cuestionando a quienes acuden a sus asilos virtuales para habitarlos y encontrarse en su espacio de libertad; espacio que como todos implica riesgos y amenazas, he allí las formas de aproximación a establecer con los más jóvenes y vulnerables para intentar guiarlos sin invadir su privacidad y autonomía. Sencillamente de ser más humanos y comprendernos, antes de seguir aplicando los enjuiciamientos al otro como una práctica de vida.

Con tecnología o sin tecnología, sin o con dispositivos electrónicos, si no intentamos ser humanos seres, nunca lograremos construir una sociedad más equitativa. La razón no pareciera ser tan compleja teóricamente, pero sencillamente seguimos excluyendo lo afectivo-subjetivo de los planteamientos científicos para supuestamente endurecer la argumentación, cuando desde el Ser con sus certezas e incertidumbres, contamos con una serie de recursos para comprender de una manera más sencilla y sentida las realidades que nos rodean. Y los asilos virtuales comienzan a configurarse en unos invalorables campos de la significación, para intentar hallar las respuestas nunca encontradas en los grandes y ensordecedores mercados intelectuales, que muchas veces, en vez de guiar, extravían.


 Doctor en Ciencias Humanas

Profesor Titular Universidad de Los Andes-Venezuela

Coordinador General Laboratorio de Investigaciones Semióticas y Literarias (ULA-LISYL)

Miembro Correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua. Correspondiente

de la Real Academia Española.

Blogspot: http://apuntacionessemioliterarias.blogspot.com/

Instagram: @hercamluisja


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